Warriors

Relatos basados en el mundo de los videojuegos o en mundos ficticios en general. Nos van llegando nuevas historias, nuevas aventuras, nuevas fronteras a nuestra redacción. Aventuras que llenan nuestros vuestros Relatos Solidarios.

«Relatos Solidarios. Warriors»

Nuevo miércoles, nuevo relato. Esta vez turno para nuestro compañero Fran. No voy a dar pistas sobre el videojuego en el que se ha basado para no empañar la experiencia de ser descubierto por vosotros mismos, pero no puedo evitar decir que ha tomado como referencia un videojuegos que guardo con profundo cariño por su recuerdo, por su época y porque al rememorarlo leyendo el relato, me doy cuenta de lo rápido que pasa todo esto. Os dejo con el buen hacer del amigo Fran. Que ustedes lo disfruten.

Francis Warrior
La ventana cedió rompiendo uno de sus bonitos cristales de
colores contra la pared. Metí la mano y busqué dónde cogerme. Bajo mis pies,
que colgaban de la fachada del inmenso castillo, había una extraordinaria caída
hacia el foso submarino, de donde minutos antes salía e iniciaba la escalada.

                Tensando los músculos de
mis ya cansados brazos, aupé mi cuerpo y casi arrastrando, entré en la pequeña
estancia dejándome caer en la fría piedra del suelo. El metal de mi armadura
hizo mucho ruido al contacto con él, cosa que me hizo tensarme de nuevo, pero
afortunadamente, nadie pareció oírlo. Durante unos minutos, me quedé en el
suelo, jadeando e intentando recuperar el aliento. Acomodé la vaina de la
espada a un lado y me relajé. Necesitaba un minuto… un segundo…

                No sé si debido al
cansancio, al sueño, al compendio de todo, pero mi mente viajó a un pasado no
muy lejano. Hacía unas horas el mismo Rey me había hecho llamar para
encomendarme una misión de la que dependía, no sólo el reino o el continente,
también el mundo peligraba…
               

El rey
era un anciano de unos setenta años. De mirada seria, dura. Su cara estaba
rodeada de pelo blanco, desde una extraña mata de pelo rizado en la cabeza,
hasta una poblada barba informe por todo su rostro. Una de sus manos se movía
sin control víctima de alguna enfermedad u hechizo… depende de a quién le
pidieras opinión. Era regordete y de todos era sabida su afición por la caza.
Era un cazador experto y suertudo. Se hablaba de ocasiones, en el que había disparado
una flecha desde la ventana de los aposentos reales hacia el bosque y al poco,
sus sirvientes llegaban con un ciervo atravesado por su flecha…


                A su lado estaba la Reina.
Al menos treinta años menor que él. Hermosa a pesar de entrar ya en los
cuarenta. Edad que para algunos era mucho mejor que los treinta. Era rubia, lo
que le permitía esconder esas canas que no hubieran restado, en absoluto,
belleza a su rostro. El pelo largo y rizado, caía por su cuerpo perfecto. Se
notaba que era alta, quizá dos palmos más que el Rey. Sus ojos eran de un azul
brillante y cuando quise darme cuenta, la estaba mirando fijamente a ellos.
Ella, encantadora como siempre, me guió un ojo. Recuerdo la primera vez que me
lo guiñó en el bosque… bueno, eso es otra historia

                – ¿Vos sois el Caballero
Francis de Oaks? – Dijo el Rey con esa voz que parecía romperse en cada palabra
y que le llevaba irremediablemente a la tos
                Asentí marcialmente.
                – Así es majestad –
Contesté con voz solemne
                – Me han hablado mucho de
sus hazañas – Continuó el Rey
                Sin saber muy bien por
qué, miré de reojo a la Reina, esta me sonrió pícaramente.
                – Espero que bien,
Majestad –
                – En efecto – Dijo el Rey
mientras se ponía en pié torpemente – Me han dicho que siempre cumple sus
misiones con creces
                La Reina volvió a mirarme
y a sonreír
                – Lo intento mi Señor –
                – Pues tengo una misión
para vos… –
                Saqué pecho. Orgulloso de
que el Rey me eligiera a mí
                – El Mago Merlyn… –
Continuó el Rey  – Perdón… mi cabeza ya
no es la que era… el Mago Berthyn… ha detectado unas fluctuaciones en la
magia..
                Le miré extrañado… pensé
que las fluctuaciones de la magia sólo ocurrían en reinos muy muy lejanos….
                – ¿A qué se debe? –
Pregunté sin saber muy bien qué estaba preguntando
                El Rey cogió aire y optó
por dejarse caer de nuevo en el trono, agotado por el esfuerzo. De nuevo, las
miradas de la Reina y mía, se cruzaron.
                – Objetos de otros mundos
han aparecido en mi reino querido Sir Francis… –
                – ¿Qué objetos Majestad?
¿Qué clase de objetos?
                – Es difícil de explicar…
                Abrí los
ojos de par en par. Miré a mi alrededor. Aún estaba apoyado en la pared de la
habitación. La ventana rota seguía abierta frente a mí. Respiré pesadamente. No
debía dormirme, dormir me sentaba mal.

               

Haciendo acopio de mis
pocas fuerzas me levanté. La armadura parecía pesar toneladas, pero no me la
quitaría. La misión no había terminado y ya me había salvado la vida varias
veces. La incursión de esos objetos había hecho aparecer además bichos y
monstruos que nunca había visto. Al llegar a la puerta del castillo, esta estaba
bloqueada desde dentro y nadie me abrió. No había guardias ni soldados, sin
duda, algo ocurría en el interior. Esa era la razón por la cual había escalado
la fachada y entraba a hurtadillas al castillo de mi Rey.


              Durante las últimas horas,
me había enfrentado a avispas gigantes, arañas, pequeños y cabezones seres…
aunque lo más increíble de todo era como me habían convertido en una rana para
poder encontrar uno de esos objetos… una experiencia sin igual… hasta que me di
cuenta que no podía respirar ¡Vergüenza de hechizo!

                Me asomé al pasillo, la
luz de las antorchas hacía siluetas fantasmagóricas en la pared, pero no me
daba miedo, ya no. Después de todo lo pasado… Anduve despacio, intentando hacer
el menor ruido posible cuando un ruido, parecido al que se produce cuando
frotas varios guijarros en la mano, sonó detrás de mí. Me paré en seco y tragué
saliva. Pero el ruido no se repitió. Suspiré y comencé a caminar de nuevo. Un
paso, otro paso… a pocos metros, el pasillo giraba hacia la izquierda. Quizá tras
esa esquina habría una escalera o algún sitio que me fuera más familiar. Aunque
quitando la sala del trono… bueno, también conocía muy bien los pasadizos que
llevan desde el bosque hasta las cocinas y desde ahí, sabía llegar a los
aposentos de la Reina… pero eso era otra historia. De pronto, unos pasos se
acercaban desde la esquina. Me quedé quieto, petrificado. Llevé mi mano a la
empuñadura de la espada sabiendo que con la anchura del pasillo sería inútil.
Un ser extraño, de no más de medio metro de alto apareció. Su cuerpo era su
cabeza. No tenía brazos pero si piernas. Ya los había visto en el bosque, pero
me sorprendió que también hubiera en el castillo. Había dos cosas que me
preguntaba sobre estos seres… ¿De dónde venían? Y lo más importante Si les daba
una patada, ¿Rebotarían?.

                El ser me miró con sus
grandes ojos que poco a poco se fueron abriendo más y más. Seguramente, mi
visión ante él le aterraba. La boca también se abrió tanto que casi ocupó su
pequeña cabeza y antes de que pudiera reaccionar con mi espada, salió
despavorido por el pasillo por donde había llegado. Sonreí… Pero de nuevo el
ruido de los guijarros sonó tras de mí. Me giré despacio, muy despacio… Ahora
era yo quien abría los ojos de par en par. Ante mi había una araña de unos dos
metros de alto, casi tanto como el pasillo y si no me había atacado ya, era porque
su envergadura se lo impedía ya que prácticamente estaba encajada entre las
paredes. Aun así, una vez sabedora que había perdido el factor sorpresa, lanzó
sus colmillos mal olientes contra mí, intentando golpearme con una de sus
patas. Mi primer pensamiento fue huir pero… ¿Y si…?
                Giré la
esquina quitándome todavía tela de araña de la cabeza. Era asqueroso sentir eso
en el pelo, incluso podría dejarlo graso. Envainé mi espada y sujeté fuerte una
de las patas de la araña con las dos manos. Se la había cortado, pero no como
trofeo no… ¿Dónde estaban esos pequeños cabezones? Y como si mis plegarias
hicieran realidad mis deseos, uno de ellos apareció al final del pasillo. Me
miró desde los sesenta o setenta metros que nos separaban. Le vi fruncir el
ceño y salir corriendo hacia mí. Yo hice lo propio haciendo que toda mi armadura
tintineara con mis zancadas. Nos acercábamos rápido, él abrió la boca y yo… le
golpeé con la pata de la araña haciendo que saliera despedido hacia atrás. Al
llegar a la pared se espachurró como un tomate contra la pared. Vale, no
rebotaban.
              

  De una
patada rompí la puerta de la sala del trono y entré. En ella habían media
docena de soldados que me miraban incrédulos, además de varios cortesanos de
los que no sabía su función, y por supuesto, el Rey y… mi Reina. Caminé hacia
ellos con paso firme. Tenía la cara manchada de lodo y sangre, la armadura
abollada y salpicada también del rojo elemento. En una mano, portaba la espada
y en la otra la pata de la araña que tan buen servicio me había ofrecido. Al
llegar a los cuatro escalones que daban paso a los tronos me paré. Nadie decía
nada, todos miraban expectantes. Me quité un pequeño petate que colgaba de mi
espalda, lo apoyé en el suelo y lo abrí. Metí la mano y saqué un objeto del que
colgaban una especie de hilo gordo totalmente rizado.


                – Como me ordenasteis,
busqué y encontré el Fuego Que No Quema y se lo llevé al Mago Thama-rith… y en
pago me convirtió en rana… – A mi alrededor hubo un murmulló de sorpresa, pero
seguí hablando – Encontré el Espejo de la Sabiduría, lo empujé como pude con
mis patas y se lo llevé a Akuarium, Rey del Lago… Este, muy amablemente y
después de convencerle pacíficamente de ello, ordenó a su mago a devolverme mi
forma humana. Así pude  proseguir mi
camino hasta que encontré el Elixir de la Vida. No me gustaba la idea de tener
que ir a ver al dragón Mimí, pero también lo hice y he de decir que es
adorable. Le encantó el elixir… de un trago se lo tomó. Y ya por último esto. –
Levanté el pequeño objeto en forma de arco pequeño y su cable ondulado se movió
– La Voz de Otro Mundo, que dicho sea de paso… es bastante feo –

                – Habéis cumplido muy bien
con la misión – Dijo el Rey poniéndose en pie despacio, intentando que sus
piernas no le fallaran. – ¿Qué queréis como pago a vuestro servicio?
                De reojo miré a la Reina y
disimuladamente le guiñé un ojo. Ella me devolvió la señal con una amplia
sonrisa. Y justo cuando iba a hablar, el artefacto que llevaba en mi mano
empezó a temblar. Todos, yo incluido, lo miramos incrédulos. Volvió a vibrar y
esta vez hizo un sonido estridente. La piel se me puso de gallina y lo lancé
contra una de las columnas, pero siguió vibrando y sonando.

                Miré a mí alrededor, todo
parecía deformarse, la estancia se cubría de una neblina espesa, los sonidos y
las voces se iban ahogando…. Alguien gritó mi nombre….
                Abrí
los ojos de golpe, respiré hondo y aflojé mis dedos que sujetaban fuerte las
sábanas. El corazón me latía al borde de la taquicardia. Desde mi cama podía
ver una pequeña televisión… la miré durante unos segundos. En la mesita de
noche aún estaba el refresco que me tomé antes de acostarme, junto a la caja de
la película que me puse en mi viejo video para dormir; El Guerrero de Camelot.
Encendí la luz de la mesita y esta parpadeó varias veces. Tenía que cambiarla.
De nuevo, la voz de mi madre sonó tras la puerta llamándome para el desayuno.
Cerré los ojos y suspiré…. Pero el sonido estridente del teléfono volvió a
poner mis nervios de punta. Definitivamente, se vivía mejor en mis sueños, en
donde era un Caballero, un héroe… en donde tenía una Reina para mí. Con toda la
nostalgia del mundo miré uno de los posters de la pared, en donde la Reina de
mis sueños, era en realidad una cantante pop.
Este relato se ha basado en: Solución: Camelot Warriors :
Solución
Fran Robles Caravaca
@Frankyoaks
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