Relatos Solidarios: A 600 años de distancia

A 600 años de distancia. Nuevo relato para nuestra sección ambientado en un conocido videojuego espacial. Adentrate con nosotros en los confines de la galaxia

«En una galaxia muy muy lejana, pero no es la que estás pensando»


Muy buenas y bienvenidos de nuevo a vuestra sección favorita de los miércoles. Un nuevo videojuego al que acercarse con calma para deducir de él mil y una aventura, mil y un relato, tantos, como estrellas en la galaxia. Pero no nos precipitemos, de momento pasaremos de la generalidad de esas mil deducciones al excelente particular del relato de hoy. Escrito por nuestro compañero de batallas Pepalexx, que nos ha dedicado este fascinante relato. La solución al videojuego en el que se ha basado, al final de la entrada. Como casi de costumbre! 

A 600 años de distancia


Haces de luces pasan por mi cabeza, no se donde estoy ni si podré salir de esta especie de sueño, ¿cuánto tiempo llevo atrapado aquí?, un día, un mes. un año, seiscientos… Quien piense que el criosueño es un estado en el que no te percatas de nada está muy equivocado. Más luces, más murmullos, cada vez más, ¿no pude hacer otra cosa y evitar llegar aquí?.

No tenía la mejor ni la más apasionante vida que uno espera de joven pero no necesitaba nada más, en colonia 47 éramos felices, trabajaba en las minas de explotación de Helio-3 junto con mi esposa Amanda y mi hija Kelia, teníamos todo lo necesario para vivir bien. Solo de pensar en ellas siento un enorme dolor, dolor que se extiende hasta el infinito en esta especie de eternidad que estoy padeciendo, pero era necesario, lo hice por ellas. Cuando las máquinas atacaron nuestro pequeño mundo minero no hubo piedad por su parte, al fin y al cabo son metálicas, y nuestra única posibilidad fue resguardarnos dentro de la mina sin la protección requerida. Para cuando los nuestros llegaron y pudieron sacarnos de ese infierno, mi pequeña Kelia ya había inhalado demasiados gases tóxicos. Salvar su vida del ataque solo supuso atarla a numerosos medicamentos para calmar los problemas respiratorios derivados de la la inhalación de gases, pero era necesario, no podía perderlas, aún así y a pesar de este criosueño, la culpa me sigue corroyendo.

Ruidos fuertes suenan en todo el casco, tras lo que podría ser una eternidad con un silencio casi sepulcral, este gran murmullo hace que esté más despierto, que sienta más, que mi dolor vuelva atraparme.

Tras el ataque, nos llevaron a todos a la gran estructura donde la humanidad dio un paso en su expansión por la Vía Láctea junto al resto de especies. Nunca habíamos estado allí y nunca pensé que llegaría a estar, personalmente me sentí abrumado al ver tanta diversidad de seres de la galaxia. Algunos eran miembros permanentes del consejo, otros no, sólo sé que nuestra especie, que llegó la última, ha adquirido un puesto en ese consejo, conociéndonos no quiero saber que hicimos para llegar ahí. Aún así gracias a eso estamos aquí y no de vuelta a La Tierra. Si bien no estamos en un planeta y en todo momento sabes que estás en una estación espacial (gigantesca), sus dimensiones son lo suficientemente grandes para no sentir los famosos mareos espaciales provocados por largos periodos sin pisar suelo firme, es más, muchos de los habitantes (burócratas sobre todo) nunca han salido de este complejo una vez llegan a sus puestos.

Oigo las primeras voces, ¿cómo es posible?, yo, debido a mi posición sería uno de los primeros en despertar, ¿quienes son?, se les nota preocupados.

Todos pensábamos que nuestra estancia en este complejo sería corta y pronto volveríamos a un nuestro mundo minero o a otro del mismo tipo, que era prácticamente nuestra única manera de subsistir (al menos de forma legal), pero la realidad fue bien distinta. En un entramado tan burocratizado como este, éramos simplemente números a la espera de ser recolocados en otras colonias mineras más seguras. En el ambiente se veía cierta tensión por el papel que la humanidad estaba teniendo en el consejo, si bien su presencia garantizaba nuestra protección frente a la amenaza de las máquinas y otras especies menos pacíficas, otras acciones como el nombramiento de uno de los nuestros para un puesto de más alto rango dentro de este complejo sistema galáctico no nos beneficiaba para dar una rápida solución a nuestro problema.

Las alarmas suenan en toda la nave, oigo pasos apresurados, explosiones en el casco y gente muy cerca de mi cápsula. A estas alturas me encuentro totalmente despierto pero incapaz de moverme o gesticular palabra, necesito salir.

Kelia se encontraba cada vez peor y los medicamentos que usábamos no eran del todo efectivos, mi pobre Amanda vivía prácticamente a las puertas del puesto médico rogando por medicamentos más efectivos, pero yo al mes de esta situación y harto de la dejadez del gobierno y mi impotencia para poder solucionar nada, empecé a frecuentar más los bares de los niveles inferiores que estar junto a ellas. La ansiedad se iba apoderando más y más de mi, me consumía saber que no pude hacer nada en el ataque y lo vulnerable que éramos (y somos) y si bien pude salvar la vida de ambas, había condenado a una larga agonía a mi famila en esta mole espacial. Pero lo que más me atormentaba es que podía curarla, en esta era de la exploración y el intercambio interespacial, prácticamente todo era curable… con dinero, con una cantidad de dinero que una persona honrada no podía permitirse, repito honrada, y aquí vino mi ruina, y la esperanza de mi familia.

La puerta de mi cápsula se ha abierto, todo está oscuro y me cuesta respirar, el aturdimiento tras salir de la cápsula dura horas pero no puedo permitirme ese lujo, escucho gritos y disparos.

Una noche, al sexto mes de estar en la ciudad-estación, y tras una de las numerosas broncas que estaban empezando a ser más frecuente con Amanda ante mis escapadas a beber, escuché que habían llegado a la ciudad un grupo de empresarios que buscaban gente para una especie de iniciativa, un viaje más allá de nuestra galaxia para salvar a todas las especies del fin de nuestro sistema. Así de primeras me sonó imposible, todo nuestro conocimiento y el de las demás especies galácticas habían servido para conectar nuestra Vía Láctea, pero ir más allá me parecía sencillamente imposible, lo más probable es que esos rumores de taberna se estuvieran exagerando. Pagué mi copa, que era en lo que me gastaba todo lo que nos daban como ayuda hasta que nos recolocasen (si es que lo lograban hacer) y volví como de costumbre al pequeño habitáculo que nos habían dado a los refugiados en un sector de la estación. Cuando llegué me percaté de muchos compañeros de la colonia minera alrededor de la puerta de nuestra habitación y me sobresalté. Rápidamente me dirigí a la puerta y mis compañeros me pararon, se habían llevado a mi Kelia al hospital, su enfermedad se había agravado.

Con apenas visión tras despertar y tambaleándome logré llegar a la armería, por el camino un reguero de soldados de la nave muertos en escenas de combate, pero lo que me aterra es saber contra quién estaban luchando.

Amanda estaba en la puerta de la habitación del hospital llorando y me temí lo peor, al verme me abrazó y me golpeó al mismo tiempo mientras me gritaba que dónde había estado, la vergüenza se apoderó de mí, mientras mi familia sufría yo sólo sabía ahogar las penas en el bar. Ya en la habitación el doctor nos fue lo más claro posible, quizá demasiado. Las medicinas que la ciudadela nos proporcionaba sólo servían para prolongar la vida de Kelia a cambio de enormes dolores, sólo había dos soluciones, o dejar que se fuera sin más sufrimiento, o un transplante de todo su aparato respiratorio. Me quedé en shock, claro que había solución, pero un transplante de esas características era imposible ni cuando trabajaba en las minas, se escapaba a los bolsillos del 99% de los habitantes de toda la galaxia. Tras la salida del doctor me vine abajo y lloré, lloré como nunca lo había hecho porque veía que las opciones se escapaban delante de mí sin poder hacer nada. Sentí el abrazo de mi mujer y una frase que llevaré siempre: haz lo que tengas que hacer para salvar a nuestra pequeña.

Los he visto, una raza alien que evidentemente no es de la Vía Láctea, estaban en el salón principal ejecutando a unos soldados de la iniciativa, hablaban un idioma ininteligible por mi.

Intenté sin éxito en las semanas siguientes hablar con las autoridades, primero con las de la estación y luego con las de la delegación de la humanidad en la misma. De ambas obtuve la misma respuesta, pagarían en la medida de lo posible el tratamiento con los medicamentos pero en ningún caso se podían permitir un gastos para el transplante debido a una situación de crisis en toda la galaxia. Crisis en la galaxia, esas palabras resonaron en mi cabeza porque las había escuchado en otro lado, ¡claro!, en la conversación sobre la iniciativa sobre el viaje a otra galaxia. Tenía la solución delante de mis narices y no supe verlo porque preferí ahogar las penas en licor.

Me persiguen, disparan en cuanto se percatan de mi presencia y no se donde más esconderme en la nave, tengo que llegar a la sala central y ver el estado de la nave, donde están las cápsulas salvavidas y el estado de los demás ocupantes en criosueño.

Dos semanas después Amanda volvía a estar en la puerta del hospital, pero esta vez tenía una sonrisa que ha viajado conmigo todo este tiempo, al entrar mi pequeña Kelia estaba jugando en su cama y salió disparada al verme, su abrazo cálido y sincero es algo que aún siento despues de tantos “kilómetros”. Las siguientes semanas se pasaron volando con la recuperación de mi hija, era increíble lo que la ciencia podía llegar a hacer, lástima el precio a pagar y no poder disfrutar de ella más tiempo. El día de partida llegaba y mi felicidad inicial se iba tornando en amargura, tanta que mi mujer no paraba de preguntarme ¿qué era lo que me pasaba?, y sobretodo, ¿cómo había conseguido esa cantidad de dinero?, no era tonta y sabía que no había manera legal de conseguirlo. Mi pena es que lo ilegal lo convertí en legal. Cuando fui a las oficinas de la iniciativa para ofrecerme a cambio de la operación de Kelia su respuesta fue clara, “mis servicios no se pueden recompensar con tal cantidad de dinero”, era lógico, los puestos de minero espacial prácticamente estaban cubiertos. En este punto al salir de las oficinas, un humano se me acercó ofreciéndome su puesto en el viaje, no sabía qué pensar pero rápidamente me contó su historia y porque tenía esa cara de desesperación. Su viaje en la iniciativa no era voluntario, como hijo de uno de los más altos cargos diplomáticos de la iniciativa su deber era ir con él. No quería dejar su vida aquí, estaba enamorado y esperaba su primer hijo, casi me derrumbó allí mismo. Su suerte fue nuestro gran parecido a primera vista, mi desgracia era que su nave era la primera en partir.

Logré abatir a varios de ellos para llegar a la sala de control, la nave sigue con rumbo al planeta indicado y 9.850 colonos siguen vivos, pero de algo si estoy seguro en esta galaxia, las bombas de los habitantes de aquí se parecen demasiado a las nuestras.

Sin fuerzas para siquiera despedirme la noche de la partida sólo pude dejar una carta de despedida a Amanda, junto con el resto de dinero que sobró de la mi suplantación especial en la iniciativa. El beso más fuerte y a la vez más suave que jamás he dado fue el aquel que le hice a ambas esa madrugada. Amanda, que otras tantas noches no se había percatado de mis escapadas o que hacía como que no se daba cuenta, esa noche me agarró suavemente la mano, tal vez sabiendo que era la última vez que nuestros cuerpos se tocaban.
Sin tiempo para lograr desactivar la bomba y con estos seres a punto de derribar la puerta de la sala de control, tome una decisión, reventar un lateral de la sala en cuanto entraran, nos expulsará a todos al espacio, junto con la bomba y el sellado de la nave salvaría al resto de los colonos. Sin poder pensar otra cosa, noto como la puerta se abre, ellos entran apuntando con sus armas hacía mi, ya nada pueden hacer, la granada de pared revienta. El frío se apodera de mi, 600 años de viaje se acaban aquí, pero mi verdadero viaje terminó en una galaxia muy lejana, besando la frente de Kelia.


Un relato de Pepalexx
Relato basado en >>Mass Effect<<
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