En la oscuridad

En la oscuridad. Relato enviado a la redacción de Orgullogamer que pasa a formar parte de la serie de Relatos Solidarios. Un viaje al antiguo Londres, un suceso repetido e inquietante, un aviso…algo oscuro va a ocurrir.

«En la Oscuridad, un relato de JM. Brown»



Un nuevo miércoles y aquí me encuentro con sumo placer una vez más, para traeros un nuevo relato de la serie Relatos Solidarios. Relatos basados principalmente en videojuegos, o en cualquier otro mundo ficticio creado para nuestro deleite. Una vez más os invito a leer y a que descubráis a través de su lectura, en qué videojuego se ha basado su autor JM Brown, para viajar a las entrañas de su historia. Como en alguna otra ocasión, el compañero Brown dispone de un blog dedicado precisamente a la creación de relatos basados en videojuegos. Desde aquí y en agradecimiento por su participación en esta iniciativa, queremos invitaros también a visitar su blog, donde por ejemplo, continua la historia que hoy comienza en esta entrada. Espero que lo disfruten: Su blog es Scriptorium

Ahora si. Os dejo con su relato. Disfruten
-En la Oscuridad-
Por JM.Brown
Apenas se podían distinguir los destellos de luz de las farolas de gas, en su
intento por iluminar la calle debido a la inmensa cantidad de agua que golpeaba
la ciudad en forma de exagerada tormenta. Edward corría por los desgastados
adoquines de la desgastada calle arrimándose como podía a las cornisas en su
torpe intento por esquivar las gotas que ya calaban por completo su
indumentaria. Las ruedas de los carros o los propios caballos que tiraban de
ellos, ayudaban aún más a la tarea de empapar por completo a Edward a su
paso por los centenares de charcos de agua que se habían producido en cualquier
parte de la calzada.
Sin sacar las manos de los bolsillos, empujó la pequeña verja que daba al
pequeño jardín de la casa de huéspedes donde se alojaba. Ya en frente de la
puerta principal, se sacudía mangas y perneras en un torpe intento de calmar
las aguas que corrían de arriba abajo su cuerpo con total impunidad.
Un par de intentos de zancadas en el felpudo y acto seguido, hizo sonar la
campanilla de la puerta principal, para avisar a Doña Mercedes, casera de aquel
antiguo pero bien conservado edificio y que a juzgar por los años que llevaba
viviendo y trabajando en él consideraba ya su hogar, que había llegado un
huésped y que deseaba entrar.
-Buenas tardes Doña Mercedes.
– Buenas tardes, por decir algo, menuda tormenta le ha caído encima señor
Edward, mira que le avisé esta mañana temprano, que se llevara usted el
paraguas, ¿cuántos años lleva usted viviendo en Londres? Dos si la memoria no
me falla. ¿Aún no se ha dado cuenta que el paraguas es un instrumento
indispensable en esta ciudad?
-¡Lleva usted toda la razón Doña Mercedes, pero cuando trabajo, necesito
tener desocupadas mis manos! Me es más molesto cargar todo el día con el
paraguas, que secar mis ropas al cálido fuego que prepara. Por cierto, ¿estará
listo en mi habitación, supongo?
-Por supuesto. Listo y apunto señor Edward
-Puntualidad Británica!
Exclamó con orgullo Edward. Efectivamente, la casera y administradora de la
finca estaba en lo cierto. Dos años habían pasado desde la primera vez que
Edward llamó a la campana de la puerta con sus desgastadas ropas, su expresión
asustadiza y su minúscula maleta solicitando hospedaje. Por su aspecto se le
notaba a la legua que provenía de algún pueblo lejano de Londres. En eso,
también estaba en lo cierto Doña Mercedes. Edward llegó a Londres desde la
lejana comarca de Longworth, de un remoto pueblecito con apenas unas casas mal
dispuestas y de un puñado de habitantes que en su mayoría, por no decir en su totalidad,
alguien tenía que llevar la taberna y la pequeña casa de abastos, se dedicaban
a la ganadería.
Era una villa tranquila y de vida sencilla. Edward hacía dos años que se
había trasladado a la gran ciudad. Los muy poco habituales casos por robo de
ganado u otros menesteres, se le habían quedado pequeños respecto a sus innatas
capacidades deductivas. Necesitaba nuevos retos para su intelecto, y que mejor
que la ciudad de Londres para ver cumplido su sueño de convertirse en un
prestigioso detective.
Edward subió por las escaleras hasta el segundo piso y se encamino hacia la
puerta con el número cinco en su marco. Si se mantenía puntual a la hora de los
pagos mensuales con la casera, podía considerar aquella pequeña pero acogedora
habitación, que hacía las veces de casa completa incluido despacho de trabajo,
su hogar.
No necesitaba cerrar con llave. Las buenas formas, costumbres y educación
de Doña Mercedes junto con los demás huéspedes de la casa, perfectamente
seleccionados antes de entrar a formar parte de esta pequeña comunidad con olor
a familia, estaban a prueba de toda duda. Nadie irrumpiría en su casa, sin el
previo toque de nudillos y un cordial “¿Permite entrar Sr Edward?
Se despojó de sus empapadas ropas. Las deposito en una silla y ésta la
arrimó al fuego para eliminar todo rastro de humedad. Se colocó su “uniforme de
casa” como llamaba a su ajado pijama. Se sirvió una taza de té, con un chorrito
de whisky escoces y se sentó en su sofá de “pensar” como también lo llamaba, no
muy lejos del cálido y reconfortante fuego de la generosa chimenea.  
 Sólo tenía que estirar el brazo para dejar descansar la taza del té
“especial” que se había preparado al tiempo que cogía el periódico de la
edición de tarde que aguardaba impaciente encima de la mesita junto al sofá de
pensar.
Ojeo por encima las noticias referentes a la política o economía de su
país. No le interesaban demasiado salvo la suya propia. Un vistazo a la crónica
aristocrática siempre merecía un poco más de atención, pero la razón por la
cual encargaba a su casera la recogida al punto, sin falta y a diario del
periódico, era la sección de crónica social. Era ahí donde más fácilmente podía
predecir sus futuros clientes, sus futuros casos, sus futuros y generosos
ingresos. Generosos al menos comparados con lo que podía sacar limpio en
Longworth.
Edward continuaba su lectura, sorbía despacio su té, y su rostro empezaba a
enrojecer por la parte de las mejillas, gracias al fuego de su habitación. Era
el momento preferido de sus tardes, y el momento perfecto para prepararse una
pipa.
Mientras cargaba la cazoleta de picadura de tabaco, una breve noticia llamó
su atención.


«Toda una declaración de intenciones sea lo que sea», exclamó
Edward. La mansión Fidelio…se quedó pensativo. Sus recuerdos se entremezclaban
con el humo exhalado de su pipa. “Me quiere sonar ese nombre” dijo entre
dientes. Sin dejar de fumar, fijó su mirada en su estantería, en esa donde
guardaba en forma de álbumes que hacían las veces de archivo personal, los
recortes de periódicos que de alguna forma habían formado parte de sus casos o
que hubieran podido ser si la rueda del tiempo no obrara de forma tan violenta.
Dejó su pipa en la mesita del sofá y se acercó a la estantería. Tomó un
álbum que en su lomo rezaba M-P y antes de despertar al archivo de su sueño se
dijo…”Mansión Fidelio…¿quizás lo guarde en la F?” Dejó el tomo que se acostaba
en sus manos, lo empujó al fondo y sin dudar se dirigió de nuevo al sofá con el
archivo que rezaba F-J.
“Quien guarda, halla” se dijo “Y quien ordena, no desespera, aquí está”
Encontró tres o cuatro recortes del London Today, con fechas dispares pero con
algo en común. La mansión había sido adquirida con anterioridad por diferentes
propietarios, todos de pertenencia a familias ilustres o
aristocráticas, de
buena cuna, pero esas noticias no fueron las causantes, ni el fuego tampoco, de
que su frente empezara a brotar sudor. Al lado de cada una de las noticias de
la adquisición de la Mansión Fidelio, rezaban otras, parejas a cada compra de
propietario, la desaparición o incluso muerte en extrañas circunstancias de sus
compradores. Un total de dos muertes y una desaparición de la que a día de hoy,
no se tenía respuesta.
Las muertes, supuestamente y siempre bajo el informe policial, habían sido
por suicidio. Dos muertes…y eso sin contar las que posiblemente hubieran
ocurrido y que Edward no hubiera registrado en su archivo. ¿Suicidio? Demasiada
casualidad. Eso debió pensar cuando recortó esas noticias y las guardó en su
archivo quizás para una posible y futura investigación y el tiempo y otros
casos hicieron su trabajo de dejar en el letargo los acontecimientos de
Fidelio.
Edward dio un pequeño respingo en su cómodo asiento. El sonido de los
nudillos tocando en la puerta lo habían asustado y sacado de sus razonamientos.
“¿Se puede Señor Edward?” dijo la Señora Mercedes. “Un caballero ha traído un
mensaje para usted” “Si, por supuesto. Un momento que me acerco para atenderla”
Contestó Edward aun excitado por las viejas noticias halladas.
“Siento interrumpirlo Señor Edward, pero un caballero ha dejado esto para
usted, fue muy parco en palabras, ni si quiera ha tenido la decencia o
delicadeza de presentarse. Simplemente me dio este papel y me dijo que era muy
urgente que se lo entregara”
Sin decir una sola palabra, Edward tomó la nota doblada y medio mojada que
le ofrecía su casera. Justo antes de cerrar del todo la puerta, asintió con la
cabeza y dio las gracias de forma cordial. Al pie de la chimenea, desdoblo la
misteriosa nota del misterioso y desconocido emisario. 
En ella se leía: 
“La amenaza está cerca. Todos corremos
peligro” firmado HL

Continuará. 

Relato basado en Solución: Alone In the Dark :Solución

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Espero leer pronto la siguiente entrega!! Saludos:)

Muy buenas Maraya. Gracias por comentar y por haber leido el relato. Si te interesa continuar la historia, el autor del relato tiene publicados dos capítulos más de esta historia en su blog personal.

Paso a facilitarte los enlaces del capitulo II
( http://elrincondelaabadia.blogspot.com.es/2016/12/en-la-oscuridad-capitulo-ii-equilibrio.html )

y el Capítulo III
( http://elrincondelaabadia.blogspot.com.es/2017/06/en-la-oscuridad-capitulo-iii-el-asesino.html ) ya que no se si el autor, nos facilitará estos capítulos para publicarlos en nuestra página.

Gracias de nuevo y un saludo.

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