La ciudad del vicio… sin vicio


A pesar de las lluvias y de la vuelta al trabajo, sigo resistiéndome a abandonar este gran verano que por cosas del destino me ha llevado a visitar esa lejana Florida. Uno de los estados más ricos de los Estados Unidos y al que me rendí ante su explosión de naturaleza con los brazos abiertos. También creía que recibiría con los brazos abiertos el mundo de los videojuegos de una de las potencias mundiales, junto a Japón, de este nuestro mundillo del entretenimiento digital.  No he tenido que recibir nada con los brazos abiertos más que el azucar, las grasas y un montón de bichos, casi nada de juegos, pero vamos por partes.

Decir que los videojuegos no existen en Florida es como decir que el hombre no pisó la Luna – mierda, mal símil –  Bueno que ya me entendéis, que seguro que hay mil tiendas frikis pero yo fui a desconectar y no me costó nada hacerlo!
La llegada a Miami, debo decirlo, fue gloriosa y sí, implica a los videojuegos.
Salir muy tarde del tramite/tortura de aduanas -bien entrada la noche- y llegar en coche cruzando el puente que une Miami con Miami Beach fue una de las experiencias religiosas del viaje. Yo venía a gozar de la naturaleza y me encuentro llegando a la urbe que en su día me pateé a pie, en moto o en coche durante meses en el mundo virtual de Rockstar y su glorioso GTA Vice City.

Os juro que las calles giran en los mismos ángulos que en el juego, bueno, al revés! Las calles del juego son como las reales. Las casas, las esquinas, hasta las luces de los garitos de Ocean’s Drive están ahí! Son reales! Como si visitaras Hobbiton en Nueva Zelanda! Me pase dos días alucinando caminando por la ya mencionada Ocean’s Drive, Little Habana, Little Haití, los canales con sus yates, las mansiones, las playas y sobretodo el art decó en los edificios de Collins Av.
La arquitectura de la ciudad está plasmada a la perfección en el juego y es un juego de PlayStation 2! Hasta me saltó en la radio una emisora con música de los ochenta y ahí casi se me va la pinza y me lio a tiros con un par de bandas, mientras le robo un Camaro a algún pijillo de Brickell, descargando ráfagas al aire con mi M-60 y gritando: ¡Horatio, fuera de mi ciudad!

Sólo pude rendirme más aún a esta gente que glorifico de Rockstar porque te guste o no, trabajan a un nivel que muchos ni atisban.
Poneros esta presentación en loop. Esto es Miami Beach en estado puro:

Fuera de Miami, las hordas de jugadores que hacen que las ventas de Xbox (su consola favorita) casi igualen y mantengan este frágil equilibrio con PlayStation, o tienen una capa de invisibilidad élfica o su atributo de habilidad indetectable está por las nubes. Pero lo más jodido aún es: ¿Donde carajo compran los juegos?
En ruta hacia los cayos por la carretera U.S. 1.  Desde mi ventanita tintada del asiento de atrás. Oteaba el horizonte… vi detrás de tres palmeras y acechada por los flancos por un monstruoso Dunkin’ Donuts y un grasiento Taco Bell, una pequeña GameStop!
¿Os acordáis de la imagen de la casita del viejito de UP, la película de Pixar, rodeada de rascacielos, engullida por la selva de hormigón? Pues igual estaba ahí plantada esa tiendita de GameStop.
Íbamos a 45mph, en dos segundos desapareció. Mi corazón quedo tranquilo de algún modo al obtener la respuesta: ¡Existen! Pero por otro lado quedó casi helado al ver que puede que sea de los pocos especímenes que queden. La misma sensación que debes tener al ver un Rinoceronte Blanco. Está ahí, existe, pero puede que sea el último.
Pasados unos días, visita al Walmart, que para quién no lo sepa es una cadena de supermercados como podría ser el Carrefour, pero de dimensiones grotescas.
Sólo entrar pam! Sorpresa! Una máquina arcade!

Rincón con la representación de un pasado mejor, para todo tipo de máquinas e ingenios y en el que destacaba esta Arcade de coches: Drift
Pues bien, después de este breve túnel del tiempo y mientras buscaba como un loco carbón para la barbacoa al estilo Homer Simpson que nos íbamos a zampar con los colegas que nos acogieron, me cruzo por la sección de televisores y mi cerebro se enciende.
Apagado por la ingesta de toneladas de Cheerios cada mañana, entre otros azucares varios, no caí en que estaba en uno de los supermercados más famosos de Estados Unidos y que como no, debería haber una sección de videojuegos a la altura. Dicho y hecho, pego tres esquinazos entre pasillos de tecnología y pam ahí estaba: La sección de videojuegos.
La recorrí a paso lento inspeccionando lo que había a cada lado del pasillo: Xbox One, WiiU, PlayStation 4. Todo a un precio bastante desorbitado incluso para juegos de hace ya bastante tiempo. Nada fuera de lo normal, sólo primeras espadas de ventas y por encima de todo Call of Duty (cuanto amor por las armas) y tarjetas de descarga de contenido para League of Legends y Heroes of the Storm.
Espera, ¿He dicho nada fuera de lo normal? Mmmmmm, un segundo… he recorrido más o menos siete metros de pasillo. Siete metros de pasillo con estanterías a lado y lado, giro y… ¿tostadoras?, No puede ser… giro al otro lado… ¿máquinas de depilar y planchas de pelo? No! No puede ser! Giro de 180 grados, giro de 360 grados, sudor, me flaquean las piernas… El horror es verdadero.
Desolado y de rodillas contemplo otra vez el diminuto pasillo, aislado, rodeado de electrodomésticos caseros, solo, más oscuro que los de alrededor…
Solamente destinado a videojuegos siete metros… Drama… Algunos diréis : Hombre, no es mucho , pero no está mal, grandes superficies de nuestro país tienen lo mismo. Error: la cosa es que los siete metros hay que compararlos con los treinta y cinco metros de pasillo (medidos a pasos) de patatas fritas, otros tantos en salsas de tomate u otros tantos en botes de baked beans… Llorad.
Había más merchandising de Minecraft que juegos de Xbox One y WiiU juntos

No amigos, los videojuegos no lo petan en el Walmart, más teniendo en cuenta que era uno de proporciones bíblicas. De la sección de farmacia a la de congelados quizás había más de setecientos metros y por detrás de farmacia quedaba la sección de jardinería.
A pesar de toda esta desolación, me fui de Florida con dos puntos de luz entre el inmenso vacío del cosmos, dónde no hay ni oxígeno, dónde nadie puede oir tus gritos.
Uno fue la visita al Kennedy Space Center en Cayo Cañaveral,  la NASA para que nos entendamos. Y entre cohetes y vestidos espaciales, pude pilotar, en un simulador de 1995, un transbordador espacial e intentarlo aterrizar con el siguiente informe de vuelo:
—00:05 hora zulú.
—Joystick mal calibrado
—Conclusión: Tragedia, toda la tripulación fallecida y un par de alligators que corrían cerca de la pista de aterrizaje también.
La otra luz perdida entre tanta oscuridad digna de Mordor, resplandecía con mucha más fuerza que un simulador de la época en que Bill Gates dominaba el mundo.
Fue comiendo en un Sports Bar de estos que tanto les mola a los yankees, con miles de televisores con deporte en directo, cuando descubrí por sorpresa que entre Baseball, NBA, NFL y NHL, una de las pantallas le dedicaba unos minutos al League of Legends. Fue concretamente en un informativo de la ESPN y me dejó con los ojos abiertos como platos mientras devoraba una hamburguesa de medio quilo, excelente por cierto.

Mi periplo por tierras antes pobladas por los indios Seminola, me dejó con una sensación extraña en el cuerpo. De acuerdo que yo no busqué a los videojuegos pero si los videojuegos me tienen que encontrar a mí, esperaba otro recibimiento en el país abanderado de esta industria digital.
Cierto es que disfruté cada calle que recorrí en Miami Beach rememorando mis andadas en los 80 de la mano del GTA Vice City, y cierto es que ver por la televisión como dan noticias de competiciones de eSports me advierte de que ellos van al día y nosotros vamos muy tarde. Pero cierto es también que poco más que League of Legends y Call of Dutys nutren las estanterías de los grandes centros comerciales y que las tiendas de videojuegos especializadas brillan por su ausencia.
Está claro que hay una cultura del videojuego inmensa en Estados Unidos, pero cuando le dejan ver a uno, lo que vendría a ser, el vestíbulo de su mundillo, te haces una idea de que sólo se juega a los juegos mainstream y que a lo mejor representan el 70% de la industria e imaginas que el resto de videojuegos es para una minoría.
No sé si esta será la realidad, pero la pregunta que me asaltó el cerebro en el avión de vuelta a casa fue: ¿Será igual en nuestro país? ¿Cuando alguien nos visita, también ve League of Legends y Call of Dutys y poca cosa más?

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En primer lugar, decirte de nuevo que me diste mucha envidia en estas vacaciones, por el lugar de destino.

Creo que yo hubiera hecho lo mismo que tu en un principio: Asombrarme de la ciudad y que los recuerdos del GTA Vice city inundaran mis pupilas.

El resto me ha sorprendido, al parecer, los establecimientos de alli, en cuanto a los videojuegos, en nada los tenemos que envidiar a los de aquí, por lo que me cuentas….a excepción del tamaño y siempre teniendo en considerarción que se ha tomado un estado como referencia claro está.

Lo dicho, me ha encantado recorrer contigo las calles de miami a traves de esta entrada.
bienvenido de nuevo compañero 😉

gracias!!!!
En el articulo ya recuerdo que no busqué, pero claro siempre caes en algún centro comercial…y si no me equivoco casi en cualquier centro comercial al que voy aquí, hay una tienda de videojuegos y resulta que allí no, es raro, pero es así. Tampoco es New York o Los Angeles, es Florida… otro rollo

saludos camaradas!

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